En la tarde del viernes 30 de mayo, bajo las bóvedas solemnes del Panteón Nacional de los Héroes, el Supremo Consejo del Grado 33º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la República del Paraguay rindió tributo a los Fundadores y Constructores de la Masonería Nacional, conmemorando los 154 años de su fundación, acontecida el 1º de junio de 1871.
La ceremonia, profundamente emotiva, se centró en la entrega de una corona de laureles y olivos como símbolo de gratitud y memoria imperecedera a quienes encendieron la llama del trabajo masónico en el país. A los pies de los héroes de la patria, y en un marco cargado de historia y significado, el Soberano Gran Comendador I∴ y P∴ H∴ Alejandro Dedoff Salcedo, 33º, dirigió su mensaje a los Hermanos Escocistas, evocando el legado de Juan Adrián Chaves, Primer Soberano Gran Comendador, y de todos aquellos pioneros que, con visión y coraje, sembraron las semillas de la Masonería Escocista en tierra guaraní.
En su alocución, el Gran Comendador recordó que el Supremo Consejo fue concebido con una misión clara: la formación de hombres íntegros, esclarecidos por la razón y comprometidos con la construcción de una sociedad fundada en los valores de Justicia, Libertad, Igualdad y Fraternidad. “La misión masónica no concluye en la perfección individual”, afirmó, “sino que se proyecta, luminosa, sobre la sociedad entera”.
En su mensaje, hizo también un llamado a la continuidad del legado: a encender con renovado fervor la llama iniciática en nuestros talleres, a fortalecer nuestras instituciones y a inspirar a las futuras generaciones en la defensa de la dignidad humana. Porque la voz del Supremo Consejo –recordó– ha sido, durante más de un siglo y medio, faro moral tanto en tiempos de calma como en medio de la tormenta.
El acto concluyó con un momento de recogimiento ante el Toque del Silencio y el arrío del Pabellón Nacional, en honor a la memoria de quienes han entregado su vida por la Patria y de aquellos que entregaron su alma a la obra masónica.
Este nuevo aniversario no es solo un punto en el calendario. Es un renovado compromiso. Es la certeza de que el camino trazado por nuestros antecesores sigue vivo en cada piedra que labramos, en cada gesto de fraternidad, y en cada acción dedicada al bien de la República del Paraguay.